Champions League

La Champions exige ser mejor

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La Champions exige ser mejor
Guillermo Sáez

Para ganar la Champions quizá no haga falta ser el mejor, pero sí es obligatorio rendir mejor de lo que hizo el Barcelona en Milán (1-0). Frente a un aguerrido Inter que se adelantó en la primera parte y defendió de forma numantina durante el resto de la noche, el equipo de Xavi Hernández encajó una nueva derrota y se complicó su futuro en la competición. Un claro penalti cometido por Dumfries en el descuento y no pitado por el árbitro sumó la ira a la decepción en el botín azulgrana. Noche para olvidar y el fantasma de la Europa League acechando de nuevo en el horizonte.

Compareció el Barcelona con la alineación esperada, Marcos Alonso y Sergi Roberto como novedades en los laterales y el resto, el equipo que se ha consolidado como titular para Xavi. Día importante, marcado en rojo en el calendario, y la respuesta azulgrana fue una primera parte plomiza que remitió a las páginas más oscuras del manual de estilo culé: posesión tan abrumadora como estéril.

El Barça alcanzó por momentos el 80% de disfrute del balón, pero André Onana, portero formado en la Masía, silbaba tranquilo. Ni una intervención tuvo que realizar en los primeros 45 minutos. Las puntas del tridente ofensivo de los. visitantes transitaban su propio camino en el desierto: Lewandowski engullido por la maraña de centrales Skriniar-De Vrij-Bastoni, Raphinha extraviado en el carril central y Ousmane Dembélé en uno de sus días aturullados. Solo Pedri ponía algo de luz en la medular, pero todo cortocircuitaba al llegar al área del Inter.

Las huestes de Simone Inzhagi, encantadas con el panorama. Bien encerradas en la cueva y prestas para pillar a su rival en algún contraataque traicionero. A punto estuvieron de hacerlo en una jugada que acabó con manaza de Eric García dentro del área. El Barça se salvó del penalti por un ajustadísimo fuera de juego previo que requirió visita al VAR del esloveno Slavko Vincic.

Esa misma suerte volvió a salvar a Xavi y sus chicos a la media hora de juego, cuando Joaquín Correa batió a Ter Stegen en posición antirreglamentaria. Los minutos transcurrían pastosos y el Inter tiraba al suelo a Pedri cada vez que tenía oportunidad. Cuando el empate parecía seguro camino del vestuario, apareció un consumado francotirador como Hakan Çalhanoglu. El turco se sacó un disparo potente y raso desde fuera del área, tan bien ajustado al palo que Ter Stegen no pudo hacer nada. 1-0 y al descanso.

El Barça se estrella contra un muro

Como a perro cojo todo son lesiones, al inicio de la segunda mitad tuvo que pedir el cambio Christensen por un golpe en un tobillo. Tercer central de baja para Xavi después de Araujo y Koundé y nueva oportunidad para que Piqué recupere algo de su jerarquía perdida en el equipo. La primera buena noticia culé tuvo la firma, oh sorpresa, de Dembélé. Por fin se ganó una posición franca de remate, pero su intento se estrelló en el palo derecho de Onana.

Harto de tanta espesura, Xavi agitó el árbol dando entrada a Alejando Balde y Ansu Fati, quien acto seguido se convirtió en el fatídico protagonista del gol anulado al Barça. Onana se comió un centro de Dembélé y Pedri marcó a puerta vacía, pero desde el VAR avisaron a Vincic de que, en medio de la confusión, la bola había tocado en la mano del 10 azulgrana. Rugido de euforia en la grada italiana.

Llegaba el partido a su último cuarto de hora con el Barça cada vez más volcado sobre un Inter que empezaba a acusar severamente el cansancio. Locales desmayados sobre el suelo por doquier con diversos calambres y Gavi, harto de tanta pérdida de tiempo, ganándonse la tarjeta amarilla por un conato de trifulca. El fútbol italiano no es lo que fue, pero siempre será como fue.

Y eso también explica se convirtiera en puro granito en los minutos finales, cada vez más aglomerado en torno a Onana, pero sin pasar especiales apuros ante un Barça cada vez más desesperado, ciego para encontrar grietas en la zaga milanesa, víctima una temporada más de sus penurias fuera de casa en la Champions. Achicado, se tuvo que refugiar en las jugadas a balón parado, donde Sergi Roberto y Busquets coquetearon con el empate sin triunfo.

El Barça necesitaba un milagro y parecía que llegaba de la mano de Denzel Dumfries. Su penalti en el área fue clamoroso, despejando con la palma derecha un balón que se disponía a rematar Ansu. Increíblemente, Vincic se inhibió y desde el VAR tampoco le llamaron. Jamás se vio tan encendido a Dembélé, brazos en alto y desgañitándose a gritos. No hubo tiempo para más. El Camp Nou deberá empujar de lo lindo la semana que viene para evitar otra noche dramática ante el propio Inter.

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